lunes, 15 de junio de 2009

Pautas comunicativas relevantes en niños con trastornos en el espectro autista

El desarrollo conductual del ser humano, considerando sus implicancias cognitivas y emocionales, se ha establecido clásicamente dentro de un marco de interacción entre factores genéticos disposicionales y ambientales. Cuando se observa una alteración en los factores disposicionales de un individuo se puede establecer que presenta un trastorno en el desarrollo.


Un trastorno en el desarrollo implica un modo especial de evolución que comprende una asimilación diferente del mundo exterior y una distinta maduración producto de una elaboración distorsionada de la realidad.


Como consecuencia de la amplia variación clínica con la que se presentan estos desórdenes, la delimitación concreta para un diagnóstico preciso se ha convertido en un obstáculo para muchos estudiosos. Sin embargo, actualmente dentro de las diversas clasificaciones subordinadas a los Trastornos del Desarrollo, se han logrado clasificar los llamados Trastornos Generalizados del Desarrollo (TGD), los cuales, a su vez, se subdividen en distintos trastornos con características similares. Se puede identificar dentro de esta clasificación el trastorno del espectro autista (TEA), trastorno bastante controversial en cuanto a su desarrollo temporal y pautas comunicativas propias del mismo.


Existen muchas definiciones del concepto de autismo, y es tan variable como la cantidad de estudiosos que se han dedicado al tema.


Desde aproximadamente cien años que se han venido describiendo casos de niños con trastornos mentales severos, que implicaban de una u otra manera una profunda y sistemática distorsión de los patrones normales del desarrollo, aunque el reconocimiento general sobre esta condición de autismo es mucho más reciente.


Almonte et al. (2003) mencionan que el área de desarrollo que presenta un mayor déficit en los niños dentro del espectro autista ha sido el área del lenguaje, comunicación e interacción social. Esta aseveración se corresponde con los tres criterios de diagnósticos en las clasificaciones tradicionales que comprenden: alteraciones en la reciprocidad de la interacción social, alteraciones en la comunicación y lenguaje y repertorio conductual restringido y rígido.


Las alteraciones en la reciprocidad de la interacción social se ven manifestadas incluso antes del primer año de edad, donde los bebés autistas no presentan mayor interés por su medio y no requieren especial atención por lo que son descritos por sus madres como bebés “buenos” y “fáciles”. La sonrisa social no se desarrolla y se muestran indiferentes a los juegos sociales tempranos (“estoy y no estoy”). No reaccionan frente a extraños ya que no los distinguen de sus familiares. Generalmente rechazan el contacto físico superficial, de hecho no muestran movimientos anticipatorios cuando van a ser tomados, sin embargo cuando experimentan una situación táctil más intensa suelen disfrutarlo sin mayor problema, lo cual ha sido llamado ´´hiperregistro táctil´´.


Entre el segundo y tercer año, Almonte et al. afirman que los niños no establecen contacto visual con las personas y si lo hay es una mirada fugaz o “mirada de barrido”. De hecho, cuando están concentrados en un juego no suelen compartir su experiencia con los demás, aún cuando las personas a su lado le sean familiares.


Dentro del desarrollo de su conducta exploratoria, el recién nacido típico presenta conjuntamente un deseo de retorno a su “base segura” (que en la mayoría de los casos representa a su padre/madre). Es éste uno de los primeros rasgos que se ven deficitarios en un niño autista.


En casos en que el grado de alteración es profundo ni siquiera responden al abrazo de sus madres, sintiéndose incómodos.


Para entender las deficiencias en el lenguaje y comunicación de los niños autistas, Almonte et al. indican que es crucial establecer que éstos no comprenden cómo funciona comunicativamente el lenguaje.


Esto es fundamental, ya que el lenguaje constituye el medio más delicado y preciso para expresar la actitud del hablante, tanto con respecto al oyente propiamente tal, como con relación a aquellos sobre lo que se habla. Esta deficiencia comunicativa se ve reflejada en la praxis en los fenómenos de ecolalia e inversión pronominal, así como también en la comprensión insatisfactoria del lenguaje en situaciones de diálogo o de un contexto social específico. Esto explica, a su vez, la incomprensión de metáforas e ironías, remitiéndose el niño solo a las cualidades concretas del discurso. Lo anterior afecta directamente el déficit del juego simbólico en los niños autistas, ya que tanto la comprensión lingüística como el juego simbólico se apoyan en la capacidad de utilizar exitosamente símbolos de representación.


Aparte del juego funcional, los niños autistas raramente desarrollan formas de simulación complejas, como imaginar objetos inexistentes o atribuirles emociones y deseos a personajes simulados.


Los niños autistas presentan un pobre repertorio conductual. Suelen presentar una insistencia obsesiva en mantener ambientes sin cambios, a repetir ritualmente una gama limitada de actividades, y a su vez, éstas suelen ser poco imaginativas y creativas.


Esto es tan evidente y repetitivo que los niños en el espectro autista ´´presentan un inusual interés restringido a ciertos temas (…) suelen volverse ‘expertos’ en recorridos de buses, líneas de metro, capitales del mundo, etc.´´. (Almonte et al. 2003, p. 292)


También los niños autistas presentan comportamientos disruptivos, como por ejemplo aleteos, sonidos guturales y estereotipias motoras que no son funcionales, sino por el contrario, son descontextualizadas y aberrantes.


Con respecto a la evolución del niño autista, de su acercamiento a la normalidad lingüística, social y conductual, hay mucho que decir en virtud de la asidua investigación que ha habido recientemente, pero este aspecto no nos convoca en el presente trabajo. Aún así, es importante señalar que la escolarización adecuada del niño autista así como las sesiones individuales de tratamiento, de ayuda sicológica y médica contribuyen a que la evolución sea positiva.


De tal manera, es posible desarrollar algunas pautas de autonomía y de habilidades cognoscitivas y de lenguaje importantes en el tiempo con la apropiada orientación profesional y ayuda familiar.

Almonte, C., Montt, M. & Correa, A. (2003). Psicopatología infantil y de la adolescencia. Santiago, Chile: Mediterráneo.

1 comentario:

  1. El mismo comentario de la entrada posterior: deben mejorar el mecanismo de cita, para diferenciar claramente qué es comentario de ustdes y qué es parafraseo. Noto, además, algún problema de redacción, pues advierto mucho párrafo breve con solo una oración.
    Nota: 6,0

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